sábado, 9 de julio de 2016

Mi mirlo

Dudo qué hacer con ese pájaro.
Me persigue desde, ¿queréis saber cuándo?, al menos hace dos años. Estaba yo sentada en el cementerio judío de Berlín, hoy en medio de la ciudad, donde no queda nada de nada y él allí, canta que te canta, como quien no quiere la cosa. Casual. O no.
Y semanas más tarde cuenta mi madre que tiene un mirlo en casa, que le da de comer y que siempre vuelve. Y canta, canta y vuelve a cantar.
El mismo canto que escucho en Madrid, venido de la Casa de Campo.
Y ahora lo tengo aquí, en Düsseldorf, en mi ventana. Por las mañanas me despierta bien temprano, pero no puedo enfardarme con él, al menos por esa fruslería de levantarme al despuntar el alba. Más tarde insiste en nuestro rincón de leer, al que aún le faltan libros, pero tiene una espléndida ventana que da al jardín, donde de aposenta.
Y por las noches vuelve a cantarme. ¡Maldito mirlo! Yo que quisiera olvidarme de tí, de tus plumas pardas y tus bellas notas. Pero mis ojos vuelven y vuelven a tu pico naranja.
Mi madre me cuenta que has hecho un nido en su casa. He visto a tu polluelo pidiendo comida, revoloteando de una rama a otra, torpe. Vulnerable.
Y yo que no sé cómo relacionarme contigo. Que no sé en qué idioma hablarte para darte las gracias por estar llenando mis tiempos vacíos, por contestar mis preguntas y atender mis menesteres. Y que, por otro lado, siento que debería darte una respuesta, dedicar parte de mi vida y tiempo por tí, de la forma devota y desinteresada en la que entregas tu tiempo por mí con el más bello canto.
Sólo porque yo, te estoy oyendo.
¡Ojalá llegue el día, bendito y maldito mirlo, en el que pueda escucharte!

domingo, 13 de marzo de 2016

La puerta del Angel

Mis paisanos son alegres, bulliciosos, amantes de la comida y la bebida alrededor de una mesa en la que no pasa el tiempo y se comparte mantel, algarada, plato y tenedor si hace falta.
Es el español en general trabajador, a su manera, con prioridades ilógicas, inventivo y protestón. Solidario hasta ser protagonista de las historias más conmovedoras de ayuda: en los campos de concentración Nazis los catalanes, extremeños, andaluces o asturianos eran una piña sin importar su facción ideológica. En una tragedia son los primeros en correr hacia los trenes a ayudar llevando mantas o haciendo “lo que se pueda” sin pensar en el peligro de nuevas explosiones.
Porque son valientes hasta la inconsciencia, lo suficiente como para meterse meses en un barco hacia selvas inexploradas o con la nieve hasta las rodillas en el frente ruso de nombre impronunciable. Y no quejarse del frío, pero protestar a los superiores por esas filas interminables de judíos (¿a dónde los llevan?) o pegarse con un nazi quien a su vez maltrataba a una mujer y a su hijo.
Mis paisanos son fieles a su código ético recibido en la infancia y adultez. Código ético de chascarrillo y picaresca, de viga en el propio y paja en el ajeno, de chiste de la gracia y la desgracia, de adhesión a los refranes y de facilidad para repetir consignas como si fueran salmos.
El español suele ser fanfarrón y ruidoso en sus demostraciones, hace falta que se le oiga bien fuerte, que se entienda lo que es o lo que deja ser. Demostración en la palabra y en lo externo, que los tribunales de la Limpieza de Sangre les han dejado en la memoria remota cómo comportarse para aclarar que no se es ni judío ni moro. No vaya a ser que el vecino denuncie.
La envidia es uno de sus defectos. La envidia mala, la rancia, la negra, la que descalifica y delata, la que exagera y miente, la que divide, la que no quiere entender ni conocer al envidiado. De aquí nos vinieron muchos males, y nos seguirán viniendo.
Mis paisanos son vehementes, para lo bueno y lo malo, que no considero yo ello un defecto o una virtud en sí. Pero cuando esta vehemencia de palabra y de gestos se adereza con salmos, refranes o consignas, se vuelve el español violento: blanco o negro, conmigo o contra mí, amigo o enemigo, nada le hace razonar y no busca un diálogo intelectual al opinar sobre el aborto, los toros, el fútbol, las fosas de la guerra civil o la política.
Y entonces la vehemencia convertida en violencia verbal se convierte en discurso y, a lo peor, en agresión.
Para mis paisanos que gustan de la mesura, en momentos así les ha quedado el exilio intelectual en forma de presencia silenciosa o bien el exilio físico con la nostalgia añadida de la luz, de los paisanos y de la comida. 
Léase la vida y exilio de don Gregorio Marañón.
Véase la puerta del Angel en Madrid, con sus heridas de guerra.




sábado, 20 de junio de 2015

Desde Argentina (2010)

Hoy hemos navegado todo el día por el lago Argentino entre inmensas masas de hielo. Creo que sólo nos falta ver el glaciar desde abajo porque el primer día lo caminamos con grampones, lo vimos desde unas pasarelas y hoy finalmente desde un barco, Pero el glaciar más bonito es sin duda uno con nombre italiano, Spegazziníi alto y rotundamente azul, que sólo puede verse desde el agua. 
Mientras, los glaciares se desangran y dejan icebergs inmensos en el lago, sobre todo en el que llaman canal de los témpanos donde todo es como sacado de un escenario. Parece imposible que haya vida aquí pero la naturaleza se las ingenia para crear insectos rellenos de glicerol anticongelante y los caballos y vacas salvajes resisten todas las temperaturas. Es imposible recrear la Inmensidad. 

(ii)
Ayer tenia una cita Importante. Hacía tanto frío en el bus que se me helaba la respiración en el cristal mientras 
atravesábamos km de carreteras inmensas, solitarias, A los lados sólo manadas de guanacos y algún cóndor 

despistado. Y de repente aparece el Fítz Roy. La cordillera hace un alto y emerge. El pueblo del Chaltén está a sus pies, fruto de las prisas porque los chilenos no revindicaran estas tierras, así que las casas son de lata, cartón o piedra según las posibilidades. Empezamos una ascensión hasta la laguna Capri que ahora está congelada. Durante dos horas la montaña desaparece de la vista y sólo quieres seguir subiendo para volver a verla. En el camino pájaros carpinteros, liebres y cóndores de nuevo. Y silencio. Sólo silencio, A lós pies de la laguna helada, ésto. No tengo palabras.

De barcos hundidos y peces (Bali 2010)

En la Segunda Guerra Mundial un barco japonés torpedeó a un carguero norteamericano que andaba por estas aguas. No consiguió hundirlo y el barco herido se dirigió a la costa Oeste de Bali donde pudo salvar su carga. 
Estuvo allí abandonado hasta que en los años 60 el volcán (uno de los volcanes de la isla) decidió que ya era hora de devolverlo a la mar, 
Ahora en cubierta tiene una alfombra de corales diminutos. Hemos buceado entre sus costillas y nos ha vomitado por una trampilla sin puerta. No sé por que extraña razón, pero parece obra de un hechizo, no se repiten los corales, ni las formas, ni los colores, ni los peces. Cada metro es un mosaico multicolor donde cada coral es una tesela y en cada una de ellas habita un ser diferente: desde peces diminutos hasta otros mucho más grandes.
!Qué deciros! Nos hemos vuelto locos: hemos echado a un pulpo negro terciopelo de su guarida, molestado a un pez payaso tocando la puerta de su casa, hecho corretear a una especie de langosta de color azul turquesa,..Otros peces han venido a saludamos y casi tenías que apartarlos con la mano para poder avanzar. 
Nos han despedido una barracuda inmóvil y una raya parda con motas moradas emborronando el fondo en busca de comida. 
Y el camino hasta allí ha sido una inmersión terrestre en la Bali profunda: desde casas como palafitos con paredes de bambú trenzado hasta pastores de patos avanzando por la carretera.




Dioses que alimentan a hombres (Bali 2010)

Bali está llena de templos, casi en cada esquina hay uno pero hoy os contaré sólo dos historias.

Ayer visitamos unos arrozales, de los más bonitos que he visto nunca porque si bien en otros países las 
terrazas son extensas, en Bali, por lo abrupto del terreno, forman casi pasillos estrechos en las laderas de las montañas. Son mediaslunas sólo interrumpidas por casitas de tejados de lata que protegen de la lluvia a los 
bueyes. En este idílico paisaje y en un arranque artístico buscando el mejor encuadre, metí un pie hasta el 
tobillo en el barro al mejor estilo asiático. Mientras me quitaba el barro en una acequia apareció la dueña de los campos y tuvimos una conversación surrealista por señas acerca de lo bonito que era su buey. El buey rumiaba impasible su hierba y creo que la dueña entendió que me lo queria comer asado. Pero al menos nos reimos 
mucho. 

Ayer os decía que Bafi se parece a la India, pero de forma muy superfical, Una de las cosas que tienen en común son las ofrendas en los templos y altares: fabrican cestas pequeñas de bambú y en ellas acomodan 
pétalos, velas y trozos de frutas. Hoy por la tarde fuimos a, visitar una ciudad y mientras miraba los techos 
pintados con historias de un Ramayana balinés me llamó la atención un viejlto que daba vueltas rebuscando algo en un altar lleno de ofrendas. Me di cuenta que escogía los trozos de frutas y los metía en una bolsa. Una mujer que iba a rezar le recriminó. ¿Por robar?

Sonrío. Los hombres alimentan a ios dioses. Esta tarde un dios alimentó a un hombre.



78 años

Algo menos de 78 años es el tiempo que nos queda por vivir juntos. 
Libros y más libros. Paseos por cualquier ciudad y sentarnos en una terraza al lado de un rio con una copa de vino blanco bien frío.
Viajar y zambullirnos durante días entre papeles, legajos, libros y fotos del Horror de Europa. Recordar a los muertos que hemos convertido en nuestros por ser las víctimas inocentes del tiempo de nuestros abuelos. Darles un nombre. Nunca olvidar. 
Buscar restaurantes Kosher allá donde vamos. 
Querer cambiar, al menos un poco, el mundo. 
No saber dónde vamos a vivir, con la creencia de que lo vamos a hacer juntos y que compararemos con una nostalgia pedante el lugar con Madrid o Berlín.
Hacer planes para luego reirnos de ellos, porque sabemos que lo más apropiado es dejarse arrollar por la Vida, esta que nos ha juntado y por la que hoy brindo contigo en la ausencia. 
Lejaim. 

domingo, 31 de mayo de 2015

El fiscal general de Munich

He pasado unos días en los archivos de Dachau, leyendo cosas terribles, viendo fotos más terribles aún de prisioneros que decidieron y dispusieron de sus vidas, en un último intento de control de las mismas, tirándose contra las vallas electrificadas o ahorcándose de un lavabo (no había escaleras disponibles que aseguraran una muerte más rápida). Un lavabo.

Dachau, de alguna forma, iba en el programa político de Hitler. Los programas políticos mienten poco y el suyo era meridianamente claro. En pocas semanas y tras su subida al poder empezó a llenar el campo con contrapensantes a su ideario. Los prisioneros del 33 y 34 sufrieron de una crueldad tremenda y extrema, si es que hay escalas en la maldad humana, porque se trataban de enemigos del régimen con nombres y apellidos, con hechos concretos y el ensañamiento que se produjo con ellos estaba derivado del odio personal.


En medio de todo este horror en forma de fotos, filminas y papeles, en la última hora del último día me esperaba encima de la mesa una enorme carpeta: los informes de las investigaciones y juicios derivados que inició, en el propio año 33, el fiscal general de Munich. Este buen señor, encarnando la Justicia, así con mayúsculas, investigó, pidió informes, hizo declarar a los SS por el trato que se daba a los enemigos del nazismo, en su mayoría ideológicos (ya vendrían los odios raciales). Molestó mucho a las autoridades y a los muertos, sacándolos de sus entierros y volviéndolos a autopsiar.


Encontrar la luz en un túnel oscuro a través del valor de este hombre de firma breve y angulosa, de los policías y forenses y testigos que dijeron la verdad, en el terror descarnado de los campos de concentración y en el miedo a las represalias, me deja vislumbrar una esperanza.


Que cuando pienso este cuadro de Goya, me estremezco.